Morocha se extravió en la feria. Se fue siguiendo a un señor de sombrero a rayas y su mamá la perdió de vista. El sombrero a rayas era hermoso y Morocha hubiese dado todo para probárselo. Algunas rayas eran naranjas y otras marrones. A Morocha le gustaba pensar que el sombrero no era tal cosa sino que un tigre bebé durmiendo sobre la cabeza del señor al que estaba siguiendo desde que su mamá la perdió de vista. “¿Alguno vio a Morocha?”, preguntaba la mamá a todo aquel que se le cruzaba en el camino. “Se escapó el tigre de su jaula!” gritó el boletero de la feria haciendo que el gentío corriese en todas direcciones. El señor de sombrero a rayas también corrió y Morocha trató de seguirle el paso sin entender lo que ocurría y preocupada porque el tigre bebé pudiera despertarse de dar tantos rebotes en la cabeza sin pelos de aquel señor. El sombrero a rayas se cayó. “¿Alguno vio a Morocha?”, sollozaba la mamá a la vez que corría tratando de escapar del tigre suelto. Morocha se abrió paso entre la gente para recoger al tigre bebé y acurrucarlo en su cabecita. De pronto, se vio elevada hacia los cielos por los brazos del señor que hasta hace un instante ella seguía. “Mujer, ¿Es esta su hija?”, preguntó el hombre. “¡Morocha!” gritó emocionada la madre y luego exclamó para su hija: “¿Dónde te metiste pequeña? ¡Hay un tigre suelto!”. A Morocha se le abrieron los ojos y respondió ilusionada: “Es un tigre bebé, mamita. No te preocupes, que está dormido aquí”.
Follar es, entre otros, componer en hojas algo. Aquí se folla. Muchísimo (en verdad no tanto como quisiéramos).
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2 comentarios:
Este cuento es simplemente perfecto. Zafer, tienes una facilidad para la simpleza admirable. Te felicito.
Niebla
Gracias! Este blog es lo más mío que hay. Me emociona que alguien encuentre placer en leerlo.
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